El futuro a medio y largo plazo de las estaciones de servicio cada vez parece más alejado de los combustibles fósiles, pero a corto plazo no pueden obviar una realidad más ‘petrolizada’
A partir del año 2040 los vehículos nuevos (excluidos los comerciales) no podrán emitir dióxido de carbono, según recoge la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Además, la ley también contempla que se instalen puntos de recarga eléctrica «en las estaciones de servicio con mayor volumen de venta»; un total del 10% de la red. El futuro a medio y largo plazo de las estaciones de servicio cada vez parece más alejado de los combustibles fósiles, pero a corto plazo, sin olvidar el petrolizado presente, no pueden obviar la realidad. Mientras se recorre el camino, las gasolineras buscan formas de sobrevivir y adaptarse para no caer en la obsolescencia. Y pasa tanto por los surtidores eléctricos como por vender aceite gourmet.
«En este sector estamos vendiendo prácticamente de todo: nos hemos vuelto restauradores, hemos puesto hotelería y taquillas de Amazon y de Correos», resume por teléfono Jorge de Benito, presidente de la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (CEEES).
«En estos momentos somos lo más similar a la tienda del buhonero de las películas del Oeste, en las que había desde una sartén a una cacerola pasando por un rifle y balas», bromea de Benito, que admite que el carburante «no es de las primeras fuentes de recursos para una estación de servicio».
Manuel García Pozo, responsable de la zona centro de estaciones de servicio de Repsol, también cree que «nos van a obligar a todos a innovar». En su caso, lo hace desde la gasolinera de Alberto Aguilera, 9, en Madrid. A medio camino entre la estación tradicional, la Apple Store y hasta el Starbucks. El café de la franquicia, de hecho, está disponible en una tienda que tiene los productos habituales y una selección de mayor calidad (aceites, vinos o almendras, por ejemplo). Todo ello se puede disfrutar en un espacio con cargadores y WiFi en la segunda planta después de pagar con el móvil mediante Waylet.
«A día de hoy hay múltiples acuerdos», explica García Pozo. Disney, Sun Planet, Once, El Corte Inglés… Algunos son temporales, de promociones concretas en momentos determinados -«la gente nos pregunta cuándo vuelven las gafas», apunta el directivo-, mientras que otros, como el de El Corte Inglés son más constantes. Actualmente en las 414 tiendas Stop & Go de Repsol se pueden encontrar unas 95.000 referencias de productos de estos almacenes.
SURTIDORES ELÉCTRICOS
Estos cambios, en parte, son consecuencia de formar parte de un sector que vive una remodelación, pero también era una tendencia que se venía notando desde hace mucho tiempo. «Ser multienergético te invita a decir ‘mi fin no es el producto, es el cliente’», apunta García Pozo. «Si se está desarrollando la parte eléctrica, pues seguimos desarrollando la parte eléctrica; si el mundo del transporte necesita integrar el gas natural, estamos desarrollando el gas natural licuado y el comprimido», añade.
Además, en el marco de la evolución algunas de sus gasolineras también optan por la vertiente renovable para su propia alimentación, con paneles solares, y recientemente lanzaron Solify, una solución de autoconsumo para particulares y empresas.
Por su parte, de Benito considera que «nosotros hemos hecho los deberes» y recuerda que llevan «cuatro o cinco años» trabajando en «la gasolinera del futuro». De todos modos, a pesar de que el mensaje del Gobierno es «que el vehículo estrella va a ser el eléctrico», cree que ahora mismo es imposible, por ejemplo, «ir desde Santander hasta Cádiz sin pasar por Madrid». Ellos prefieren apostar por los vehículos eléctricos con hidrógeno y el gas natural. Y eso sin olvidar los hidrocarburos: «aunque no ‘mole’ decir que el hidrocarburo va a continuar, va a continuar sí o sí». «Nosotros sí estamos en la línea del eléctrico, pero no estamos en la línea de que el eléctrico vaya a ser el único vehículo y menos en el modelo actual», resume.
De Benito también lamenta la «tormenta perfecta» a la que se tendrá que enfrentar el sector en los próximos años, cuando tendrán que adaptar sus tanques y tuberías a una nueva normativa medioambiental (ITC-04) que, desde su punto de vista, «podría ser suplida de otra forma». «Vamos a tener que hacer inversiones millonarias», prosigue, «que no vamos a amortizar porque nos están diciendo que esto se acaba». Y la otra borrasca es la de los surtidores eléctricos.
LEY DE CAMBIO CLIMÁTICO
La ley de Cambio Climático y Transición Ecológica contempla que las estaciones de mayor volumen tengan cargadores para vehículos eléctricos. Sin embargo, de Benito cree que «el mercado se tiene que autorregular solo», pues considera que «no puedes obligar a un mercado a hacer unas inversiones en un formato de venta que igual no se va a amortizar». De todos modos, admite que se podría «incentivar ese paso» con ayudas.
El problema, explica, es que actualmente la mayor concentración de ventas está «en las estaciones de servicio de las capitales donde hay poca competencia alrededor» y «en la frontera con Francia, en los pasos de camiones». En su opinión, ninguna atraerá a potenciales clientes que busquen cargadores para vehículos eléctricos, por lo que la propuesta de la CEEES es reunirse con los ministerios responsables para crear «una serie de estaciones estratégicas» a lo largo de la geografía española.
En lo que respecta a un gran gasolinera, García Pozo presume de haberse fijado un objetivo «más ambicioso» que el del propio Gobierno: «un punto de recarga cada 50 kilómetros». Para ello, claro, sacan músculo y aquí el bíceps es su red de 3.400 estaciones, de las cuales gestionan la mayoría (también las hay gestionadas por particulares bajo su marca y cogestionadas junto a El Corte Inglés).
Hay otro aspecto importante en el que coinciden ambos: la neutralidad tecnológica, por la que Repsol «apuesta» y que la CEEES «siempre ha pedido». Consideran que la decisión final será del cliente y la sociedad y que si estos optan por soluciones eléctricas, se tendrán que adaptar a ellas.
HASTA 400.000 EUROS DE INVERSIÓN
El principal problema para la instalación de los puestos de recarga es su alto coste. Si todo sale bien, está en el entorno de los 30.000 euros (sin contar los gastos del término fijo), pero para un punto de carga ultrarrápida (al menos 50 Kw) sin una acometida cerca (es decir, habría que instalar un transformador), la cifra se puede poner en 400.000 euros, según explica de Benito.
La buena noticia es que parece que el coste de los términos fijos bajará gracias a una propuesta de circular de la CNMC. «Si yo quiero poner más velocidad de carga el principal problema sería que no tengo más potencia, así que tengo que contratar más y a términos fijos igual estoy hablando de que me incrementan mis costes empresariales 20.000 euros al año para no vender nada», aduce el empresario.
Así, las gasolineras van evolucionando mientras esperan que termine de llegar un futuro que ya es presente (y sin olvidar un pasado que no deja de serlo). Mientras, seguirán siendo hoteles, restaurantes, supermercados y, en el caso de la estación de Alberto Aguilera, hasta espacio de trabajo para quien carga su coche.