Los ecocombustibles como los biocombustibles avanzados y los ‘e-fuels’ son una de las alternativas más viables para reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero, sobre todo en los grandes transportes.
Confinamiento, esa fue la palabra del año elegida por la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE). Había poco espacio para la sorpresa. Prácticamente todo el planeta estuvo confinado en algún momento del 2020 debido a la pandemia y ese término, a priori excepcional, se coló en nuestras conversaciones hasta hacerse cotidiano. Esta situación modificó nuestra forma de expresarnos, de relacionarnos y, también, de movernos.
Tras el aislamiento temporal llegaron las ganas de volver a desplazarnos libremente. Para trabajar, comprar, estudiar, visitar otros lugares. Se activa así la circulación –en las ciudades, sobre todo, y entre países, también- y, la buena noticia, es que lo hace con la preocupación por que esta movilidad sea sostenible en la mente de una gran mayoría. Porque cuando las personas piensan en cómo contribuir en la lucha contra el cambio climático, la forma de viajar suele ser una de las primeras cosas señaladas.
En este camino hacia una movilidad descarbonizada es necesario sumar el esfuerzo de todos los jugadores implicados: desde el sector energético hasta las administraciones.
Nueva movilidad
En este camino hacia una movilidad descarbonizada es necesario sumar el esfuerzo de todos los jugadores implicados: desde el sector energético hasta las administraciones. Más cuando se trata de asumir los objetivos marcados por la CE que pretende reducir el 90% de las emisiones de CO2 del sector del transporte en 2050. Independientemente del tipo de transporte -mar, tierra o aire- y de si hablamos de tráfico de personas o mercancías, el proceso implica apostar por una visión dual de la descarbonización de la movilidad.
Una que vaya más allá del tándem: híbrido – eléctrico. Prácticamente todos los fabricantes de vehículos cuentan con modelos de este tipo. Son indispensables en la ecuación, pero hay una ‘x’ clave para reducir emisiones de efecto invernadero y descarbonizar nuestros modelos de consumo: el combustible. ¿Por qué cambiar solo los coches cuando podemos cambiar también los combustibles? ¿Qué soluciones existen para aquellos medios de transporte en los que la electrificación no es viable, como el avión o el barco?
“Se elimina un problema importante, ya que los residuos no tienen que ir a vertedero, se pueden reconvertir en algo útil”
Javier Aríztegui, gerente de Transición Energética y Movilidad en Repsol Technology Lab
Gran parte de la respuesta a estas preguntas está en los ecocombustibles. Pero, ¿de qué hablamos exactamente? Son combustibles líquidos que provienen de materias primas renovables y son clave porque generan nulas -o muy bajas- emisiones de CO2 durante su producción y su utilización final. En este grupo encontramos los llamados biocombustibles sostenibles, que se producen a partir de materias primas residuales de origen biológico, y los combustibles sintéticos, fabricados a partir de CO2 retirado de la atmósfera e hidrógeno renovable como únicas materias primas.
Los primeros reducen las emisiones netas de dióxido de carbono al menos un 65%. Los segundos son cero emisiones netas. Y ambos enriquecen el abanico de alternativas para la desacarbonización de la movilidad. “Debemos evitar poner las soluciones energéticas alternativas en contraposición. Ninguna es mejor que otra. Son todas necesarias porque cada una da respuesta a una necesidad diferente”, apunta Javier Aríztegui, gerente de Transición Energética y Movilidad en Repsol Technology Lab. En este caso, se trata de combinar la electrificación con el uso de ecocombustibles de baja huella de carbono en función de las necesidades del conductor y el tipo de desplazamiento.
Por tierra
“Los biocombustibles fabricados a partir de residuos pueden llegar al mercado de manera masiva y comenzar ya la descarbonización de la movilidad, sin necesidad de cambiar la tecnología de los vehículos ni las infraestructuras de distribución y repostaje”, añade Aríztegui.
Es decir, los conductores particulares y transportistas pueden abrazar el biocombustible y así sumar su granito de arena para alcanzar el objetivo de bajas emisiones y descarbonizar todo tipo de rutas de transporte con su vehículo actual, sin necesidad de sustituirlo. Así el usuario puede cooperar con administraciones públicas y entidades privadas sin verse penalizado en el trayecto.
Si la descarbonización de la movilidad es el camino que la sociedad en general debe transitar desde múltiples direcciones, los ecocombustibles son el atajo necesario a alcance de prácticamente todo el mundo. Una vía rápida llena de ventajas entre las que destaca una fundamental a la hora de hablar de sostenibilidad: transforma el residuo en recurso. “Se elimina un problema importante, ya que los residuos no tienen que ir a vertedero, se pueden reconvertir en algo útil para la sociedad y de esta forma seguir avanzando hacia el concepto de economía circular”, resume Aríztegui.
Por aire
Reducir la huella de carbono en clave turística está también en nuestra lista de “pendientes”. En comparación con el tráfico terrestre, la aviación internacional y el transporte marítimo representan cada uno menos del 3,5% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero de la UE según el Parlamento Europeo. Sin embargo, son las fuentes de emisiones que contribuyen al cambio climático que más rápido han crecido. Las de la aviación internacional han crecido casi un 130% en las últimas dos décadas debido al crecimiento del tráfico (la cifra de pasajeros triplica la de 1993) según Eurostat.
En este contexto, los ecocombustibles se postulan como candidatos ideales para reducir las emisiones que genera el tráfico aéreo, cuya electrificación es inviable. Uno de estos biocombustibles clave es el biojet. Repsol ha sido pionera en el mercado español de la aviación al producir los dos primeros lotes de biojet en sus complejos industriales de Puertollano y Tarragona: 17.000 toneladas de queroseno con componente bio, cuyo uso evitará las emisiones equivalentes a 95 vuelos entre Madrid y Barcelona.
Por mar
Apenas ha pasado un mes desde que el Parlamento Europeo reiterara la necesidad de una reducción sustancial de las emisiones de la industria naviera. El mensaje es claro: urge eliminar de forma progresiva el petróleo pesado como fuente de energía de los grandes buques, más si tenemos en cuenta que en dos décadas el transporte marítimo ha crecido un 32%. La utilización de ecocombustibles es clave para proteger de forma inmediata un ecosistema frágil e imprescindible como mares y océanos.
El marítimo es otro de los sectores que ante la imposibilidad de transitar hacia la electrificación (su implantación sería muy costosa) ha encontrado en el hidrógeno renovable una de las alternativas de mayor recorrido y mínimo impacto. Este nuevo vector de energía está llamado a ser, junto con los biocombustibles, una de las palancas de cambio para su transición energética. “A partir de hidrógeno y CO2 sintetizamos un combustible químicamente igual que las gasolinas, gasóleos y querosenos”, afirma Aríztegui.
La descarbonización de la movilidad no solo es una obligación para la sociedad, también es una oportunidad enorme para la economía. El desarrollo de las tecnologías que surgen para responder a esta nueva movilidad determinará el liderazgo industrial de España. “Si se aborda desde una visión de conjunto, neutral tecnológicamente, podemos llegar a soluciones enormemente interesantes, que cubran todas las necesidades y al mismo tiempo permitan crear riqueza”, resume Aríztegui.
El objetivo
La CE que pretende reducir el 90% de las emisiones de CO2 del sector del transporte en 2050
Dar el paso a vehículos eléctricos y combustibles alternativos son medidas que nos llevan a reducir las emisiones en el transporte, pero es solo uno de los remos. En el barco debe haber más remeros. Hasta la fecha se han logrado grandes progresos, pero la meta sostenible que el mundo debe alcanzar a corto plazo implica la colaboración e innovación de todos los sectores. El actual es un contexto ideal para hacer de la amenaza una oportunidad, de ser resilientes como sociedad. Resiliencia, otro término que bien podría haber sido elegido palabra del año.