Ambos combustibles pierden casi la quinta parte de su valor desde que emergieron los problemas en el Silicon Valley Bank
El revolcón bursátil que está sufriendo la banca en los últimos días está dejando potentes réplicas en otro mercado aparentemente desconectado: el energético. El riesgo de que el terremoto financiero reduzca el crecimiento del PIB y, por tanto, también el consumo de gas natural y petróleo, presiona claramente a la baja el precio de ambos combustibles fósiles, muy vinculados a un ciclo económico que en los últimos tiempos se ha vuelto literalmente imposible de predecir.
La cotización del gas, una materia prima en la que la virulencia de la crisis energética ha sido especialmente acusada, cae este lunes hasta niveles no vistos desde enero del año pasado. Es decir, en más de 14 meses. En la apertura de la semana, la fuente de energía dominante en las calefacciones y la industria europeas ha llegado a perder la barrera de los 40 euros por megavatio hora en el mercado holandés TTF, el que se utiliza como guía para todo el continente. Todo, a pesar de la parálisis a la que se están viendo sometidas varias plantas de regasificación —donde se transforma el combustible que llega, congelado, por mar— por la huelga en Francia. A la caída también están contribuyendo las previsiones de temperaturas altas (menos consumo) y rachas de viento (más generación eólica y, por tanto, menos necesidad de gas para generación de electricidad) en los próximos días.
El abaratamiento del gas natural es una buena noticia para el bloque: las manufacturas ven aliviado uno de sus principales costes; los Gobiernos pueden aflojar un poco en su política de subvenciones y ayudas a gogó; y los hogares sentirán menos la soga de los precios. Y tiene, además, reverberación sobre otro mercado energético con el que está estrechamente vinculado: el eléctrico, en el que las centrales de ciclo combinado (a gas), marcan el precio final en muchos tramos horarios.
La caída de este lunes coincide con la propuesta —ahora ya, oficial— de la Comisión Europea de prorrogar un año su reglamento de ahorro de gas, que expiraba el viernes que viene. Desde agosto —cuando los países se embarcaron en ambiciosos planes de ahorro y hogares y empresas se ajustaron el cinturón para reducir sus facturas al mínimo posible— los Veintisiete han reducido su consumo en más de un 19%. La cifra está por encima del 15% que la norma se fijaba como meta. “Nuestros esfuerzos colectivos para reducir la demanda de gas han sido esenciales para pasar el invierno con total seguridad”, ha afirmado la comisaria europea de Energía, Kadri Simson. Sin embargo, ha alertado, pese a la reciente relajación, la “tensión” de precios se mantendrá “en los próximos meses”.
70 dólares por barril
El petróleo, por su parte, cae este lunes hasta el entorno de los 70 dólares por barril de Brent —la referencia en Europa—, una cota no vista desde finales de 2021, cuando la crisis energética daba sus primeros pasos. Nueve de las 11 últimas sesiones se han saldado con números rojos en la cotización en el precio de esta materia prima, aún esencial para el transporte y para multitud de industrias, entre ellas la química y la de producción de plásticos. En menos de dos semanas, las transcurridas desde que se empezaron a airear los problemas en el Silicon Valley Bank —el canario en la mina en este amago de crisis financiera—, el crudo ha perdido casi la quinta parte de su valor.
“La amplia preocupación en el mercado pesó mucho en el petróleo la semana pasada, y los fundamentales claramente no han sido lo suficientemente fuertes como para apuntalarlo”, explican Warren Patterson y Ewa Manthey, analistas de materias primas del gigante financiero holandés ING, en una nota para clientes publicada este lunes. “Es probable que la volatilidad persista esta semana, con las dudas sobre el mercado financiero en primera línea”.
Menor presión inflacionaria
Al abaratamiento de ambos combustibles fósiles se suma, también, el de otros productos básicos como metales o alimentos. El índice de materias primas de Bloomberg, compuesto por una amplia panoplia de bienes —de la gasolina o el diésel al trigo o el maíz, pasando por el cobre, el aluminio o el algodón—, retrocede también a niveles de finales de 2021.
Esta notable bajada se debería traducir, también, en unas menores tasas de inflación en los próximos meses. De ahí que muchos analistas consideren que la sacudida financiera pueda hacerle parte del trabajo sucio a los bancos centrales, que llevan meses tratando de luchar sin cuartel —y con éxito relativo— para frenar la crecida de los precios. No hay mal que por bien no venga.
El reverso al aterrizaje generalizado de las materias primas en los últimos días es el oro, una constante cada vez que hay turbulencias en los mercados financieros. Con su vitola de activo refugio por excelencia, ronda ya los 2.000 euros por onza, su nivel más alto desde principios de marzo de 2022, en los primeros compases de la invasión rusa de Ucrania y cuando todo el puzle energético europeo empezó a hacerse añicos.