El enemigo a batir en la lucha contra el cambio climático, el dióxido de carbono, se ha convertido en un aliado para frenar el calentamiento global. Y aunque siempre ha existido en la naturaleza, es ahora, gracias al desarrollo de nuevas tecnologías, cuando puede convertirse en un recurso del que poder obtener provecho.
Ya no nos sorprendemos si nos dicen que a partir de residuos se puede fabricar desde ropa a mobiliario de jardín. Incluso, se puede obtener energía, como es el caso de los biocombustibles. Lo que ya no es tan conocido es que el CO₂ también se puede “reciclar” y que, haciéndolo, además, estamos convirtiendo al mayor enemigo del cambio climático en nuestro mejor aliado. Y no solo porque evitamos que esas emisiones permanezcan en la atmósfera, sino porque ahora, gracias a la tecnología, somos capaces de darle una segunda vida y convertir el dióxido de carbono en algo útil para la sociedad.
La Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) señala que, para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París (mantener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de 2 °C), será necesario capturar y almacenar de forma segura más de dos gigatoneladas (o dos billones de toneladas) de CO₂ cada año, lo que implica multiplicar por más de 100 veces la capacidad actual durante las próximas tres décadas. Además, ha calculado que entre el 8% y el 15% de las soluciones destinadas a mitigar los efectos del cambio climático deberán basarse en la captura, almacenamiento y uso de carbono.
La eficiencia o la descarbonización del mix energético son algunas de las medidas adoptadas por gobiernos y empresas que más están contribuyendo a impulsar la transición hacia un mundo más respetuoso con el medioambiente. Sin embargo, hay procesos, como el refino, la fabricación de cemento o el acero, “que seguirán emitiendo CO₂ y que, tanto hoy como en un futuro, van a seguir siendo necesarios”, señala Antonio López, Gerente Senior de Transición Energética y Cambio Climático de Repsol. “Ya no basta con reducir los niveles de CO₂ que emitimos a la atmósfera, también es preciso, y de manera urgente, eliminar el que se encuentra en ella”.
“Ya no basta con reducir los niveles de CO₂ que emitimos a la atmósfera, también es preciso, y de manera urgente, eliminar el que se encuentra en ella”.
Antonio López, Gerente Senior de Transición Energética y Cambio Climático de Repsol
La intervención humana va a ser clave para reducir las emisiones, y se hará gracias a unas tecnologías capaces de retirar el dióxido de carbono de la atmósfera, almacenarlo y aprovecharlo para usos posteriores: se trata de las CCUS, por sus siglas en inglés. Son las únicas que pueden contribuir tanto a la reducción directa de emisiones, como a su eliminación de la atmósfera y, además, proporcionarán usos hasta ahora casi insospechados a este gas. Se estima, además, que las posibilidades de uso del CO₂ como recurso irán en aumento
CÓMO CONVERTIR UN RESIDUO EN UN RECURSO
El CO₂ tiene múltiples aplicaciones. Valga como ejemplo la producción de bebidas carbonatadas, como la cerveza —el agua con gas no es más que agua con CO₂— o también para la fabricación de extintores. Sin embargo, la posibilidad actual de reutilizar el CO₂ capturado de la atmósfera, por ejemplo, de los procesos industriales, amplía el abanico de usos y se va a convertir en una herramienta eficaz para luchar contra el cambio climático. Por eso, cada vez hay más empresas –tanto en la fase de captura, como en la de reutilización– y centros tecnológicos buscando soluciones para darle nuevos usos.
Uno de ellos es la producción de cemento y hormigón más sostenibles. Y es que el 5% de las emisiones mundiales de CO₂ se deben a la producción de este material de construcción, de modo que, fabricar eco-cemento a partir de CO₂ capturado parece una solución viable para descarbonizar este sector. En este sentido, y a través del fondo de inversión OGCI Climate Investments, la empresa Solidia Technologies ha desarrollado sistemas para producir cemento y hormigón de bajas emisiones curado con dióxido de carbono en lugar de agua y utilizando una temperatura más baja. “Este método de enfriamiento reduce las emisiones de gases de efecto invernadero en un 30-40% durante la producción y da como resultado un cemento que consume permanentemente 240 kg de dióxido de carbono y con una huella de carbono un 70% menor que el tradicional”, indica el experto de Repsol, empresa miembro de este fondo, cuyo objetivo es facilitar la transición en la industria energética.
En el ámbito de la energía, las tecnologías CCUS también van a tener un papel muy relevante. Tomando como base los principios de la economía circular, se incorporará el CO₂ al proceso productivo de combustibles y polioles, materia prima esencial para una amplia variedad de aplicaciones que incluyen ropa, electrodomésticos o envases. El resultado serán productos de baja o nula huella de carbono como, por ejemplo, combustibles sintéticos y polímeros para la fabricación de espumas para asientos de coches o colchones, adhesivos o films. Estos materiales son especialmente adecuados para reciclar al final de su vida útil, lo que permite un circuito de CO₂ casi cerrado, que contribuirá a lograr el balance de las ansiadas ‘cero emisiones netas’.
CÓMO SE LLEVA A CABO LA CAPTURA, ALMACENAMIENTO Y USO DE CO₂
- Las tecnologías CCUS separan el CO₂ de otros gases, en el mismo lugar donde se generan, a través de un proceso químico.
- Lo purifican y lo comprimen hasta dejarlo en estado líquido para transportarlo a su destino final.
- Se puede almacenar de forma segura o convertir en materia prima que se utilizará para la fabricación de otros productos, como combustibles sintéticos, cemento, colchones o film transparente.
Según la IEA, desde 2017 se han anunciado planes para más de 30 nuevas instalaciones integradas de CCUS. La gran mayoría están en Estados Unidos y Europa, pero también hay proyectos previstos en Australia, China, Corea, Oriente Medio y Nueva Zelanda.
En Europa, por ejemplo, hay tres proyectos que pretenden almacenar grandes cantidades de CO₂ al año y demostrar cómo se puede generar energía y fabricar productos, a partir de este gas. Se trata de NZT (Net Zero Teeside), en Reino Unido, que plantea capturar hasta 10 millones de toneladas de emisiones de CO₂ del ambiente; Porthos en Países Bajos, que se centra en la captura y almacenamiento de CO₂ en el fondo del Mar del Norte y prevé almacenar alrededor de 2,5 Mt de CO₂ por año y Northern Lights, en Noruega, una infraestructura para transportar CO₂ de origen industrial hasta su almacenamiento seguro también en el lecho marino del Mar del Norte.
El Uso del CO₂ capturado va desde la fabricación de cemento y hormigón más sostenible a la producción de combustibles sintéticos o espumas para colchones y asientos para coches
En España, Repsol está construyendo una de las plantas más grandes del mundo donde se fabricarán combustibles cero emisiones netas a partir de CO₂ capturado. “La idea es ‘secuestrar’ el propio CO₂ que se genera en los procesos industriales de nuestra refinería de Bilbao antes de ser expulsado al exterior para, posteriormente, utilizarlo como materia prima para la fabricación de estos combustibles sintéticos”, apunta Antonio López.
A las tecnologías de captura de CO₂ todavía les queda un largo camino por recorrer, pero tienen un “potencial enorme”. Lo que parece seguro es que serán un importante aliado para lograr la reducción de las emisiones acordadas en la hoja de ruta de la UE, que se ha aumentado hasta el 55% en 2030, en relación con niveles de 1990. «El despliegue de proyectos CCUS en la UE debe tener una contribución importante para descarbonizar el sector industrial europeo”, señala López, y un “impulso para alcanzar el objetivo de la neutralidad climática en 2050”.