La crisis del coronavirus ha causado el mayor golpe de la historia reciente a la economía y las cicatrices en la demanda energética serán duraderas, por lo que la evolución en los próximos años dependerá en gran medida de cómo se afronte la pandemia, según ha advertido la Agencia Internacional de la Energía, que anticipa una caída del 5% de la demanda global de energía en 2020 y advierte de que no recuperará sus niveles precrisis antes de 2023 e incluso podría retrasarse hasta 2025 si el control de la enfermedad y la normalización de la economía tardan más de lo previsto.
La agencia con sede en París estima en la última edición de su informe ‘Perspectiva Mundial de la Energía’ que la demanda global de energía se reducirá un 5% en 2020, lo que permitirá rebajar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con la energía en un 7%, mientras que las inversiones en energía caerán un 18%.
No obstante, la AIE subraya que el impacto de la crisis varía sustancialmente en función del combustible, ya que las caídas estimadas del 8% en la demanda de petróleo y del 7% en el uso del carbón contrastan fuertemente con un ligero aumento en la contribución de las renovables. En el caso del gas natural, la reducción en la demanda se calcula en alrededor del 3%, mientras que la demanda global de electricidad parece descender en un 2% relativamente modesto para el año.
En este sentido, la institución considera que las políticas implementadas en respuesta a la crisis del coronavirus cuentan con el potencial de «remodelar el futuro de la energía», señalando que en el escenario de medidas anunciadas, que refleja las intenciones y los objetivos a día de hoy, la demanda mundial de energía recuperaría los niveles previos a la crisis a principios de 2023.
Sin embargo, esto no sucede hasta 2025 en caso de una pandemia prolongada y una recesión más profunda, según refleja el escenario de recuperación retrasada planteado por la AIE, en el que el crecimiento más lento de la demanda reduce las perspectivas de los precios del petróleo y el gas en comparación con las tendencias anteriores a la crisis, mientras que las grandes caídas en la inversión aumentan el riesgo de volatilidad futura del mercado.
En este escenario menos optimista, «la economía global regresa a su tamaño anterior a la crisis solo en 2023, y la pandemia marca el comienzo de una década con la tasa más baja de crecimiento de la demanda de energía desde la década de 1930», advierte la agencia.
«La pandemia de Covid-19 ha causado más trastornos en el sector energético que cualquier otro evento en la historia reciente, dejando impactos que se sentirán en los próximos años», reconoce la AIE, para la que aún es pronto para decir si la crisis representa un revés para los esfuerzos por lograr un sistema energético más seguro y sostenible, o un catalizador que acelerará el ritmo del cambio. «La pandemia está lejos de terminar, quedan muchas incertidumbres y aún no se han tomado decisiones cruciales de política energética», sostiene.
En cualquiera de los escenarios contemplados, el ente adscrito a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) destaca que las energías renovables serán las grandes protagonistas, particularmente en el caso de la energía solar, como consecuencia de las medidas de apoyo y el desarrollo de las tecnologías, que están permitiendo un acceso muy barato al capital en los principales mercados.
La AIE pone de manifiesto que la energía solar fotovoltaica es ahora consistentemente más barata que las nuevas plantas de energía alimentadas con carbón o gas en la mayoría de los países, y los proyectos solares ahora ofrecen algunos de los costes de electricidad más bajos jamás vistos.
De este modo, según su escenario de políticas declaradas, las energías renovables cubrirían el 80% del crecimiento de la demanda mundial de electricidad durante la próxima década. La energía hidroeléctrica seguirá siendo la mayor fuente renovable, pero la energía solar es la principal fuente de crecimiento, seguida de la energía eólica terrestre y marina.
«La energía solar se convertirá en el nuevo rey de los mercados eléctricos del mundo», no ha dudado en afirmar Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE, para quien «la era del crecimiento de la demanda mundial de petróleo llegará a su fin en la próxima década», aunque el directivo turco de la AIE subrayó que «sin un gran cambio en las políticas gubernamentales, no hay señales de un rápido declive», ya que, teniendo en cuenta la configuración de políticas actuales, un repunte económico global «haría que la demanda de petróleo volviera a los niveles anteriores a la crisis «.
De hecho, en los dos escenarios planteados por la AIE, la demanda de petróleo seguirá creciendo hasta tocar techo en la década de 2030. Sin embargo, en el caso del carbón, la AIE pronostica que la demanda «no volverá a los niveles anteriores a la crisis en el escenario de políticas declaradas», mientras que su participación en el mix energético de 2040 se situará por debajo del 20% por primera vez desde la Revolución Industrial.