Las ayudas al sector no caen en saco roto. Los planes funcionan, el dinero se recupera y la economía se reactivará en las regiones en las que hay fábricas
La grave pandemia del coronavirus ha asomado a la humanidad a un abismo al que no se enfrentaba desde siglos anteriores. En España, ha puesto a prueba la fortaleza de nuestro sistema sanitario, enfrentado a la dolorosísima tarea de parar una enfermedad que ha provocado miles de fallecidos. Una vez afrontado ese primer golpe, toca revisar el estado de nuestra economía y de nuestra industria, paralizada excepto en lo más básico
La pandemia ha tenido el mismo efecto económico que si se abriera un pozo bajo nuestros pies. Y por su impacto, y por tratarse de un episodio puntual, no estructural como la pasada crisis, nuestro objetivo ha de ser conseguir una recuperación rápida, que evite un daño duradero. Las medidas han de ser intensas pero temporales: la pendiente de la recuperación depende de esa intensidad y rapidez. Se han de seleccionar los sectores más necesitados y aplicar las medidas con criterios de eficiencia y racionalidad económica. Y entre estos sectores ha de estar la automoción con un plan específico y prioritario.
El primer criterio es actuar prioritariamente donde más daño se ha sufrido. En ese ranking sin duda figura la automoción, única industria que ha parado desde la declaración del estado de alarma y aún hoy abriendo muy lentamente. Toda la cadena de valor se ha paralizado, desde las fábricas de vehículos y componentes hasta los concesionarios y talleres, una cadena que supone el 10% del PIB y el 9% del empleo en España, además de ser el primer sector exportador.
El daño está siendo grave. La demanda de vehículos en España y en Europa se va a resentir por la incertidumbre económica y laboral aparejada a la crisis. Las ventas caerán entre un 40% y 45%, hasta los 700.000 vehículos. Esta caída de la demanda tendrá un impacto directo en la producción, que se va a ver muy resentida durante 2020. Desde nuestra organización, estimamos que se perderá la fabricación de unos 700.000 vehículos este año. Además, la debilidad de la demanda y la caída de la producción restarán atractivo a España para la adjudicación de nuevos modelos y dificultará las inversiones a futuro.
Un segundo criterio a la hora de decidir las medidas es su impacto: a mayor efecto multiplicador, más éxito del plan. De nuevo aquí, la automoción destaca pues es un sector tractor para muchos otros sectores, cuyas ruedas se mueven más rápido si las del motor corren. Tirar de la automoción supone no solo movilizar al tercer sector industrial de España y a su medio millón de puestos de trabajo directos, sino también empujar a otros sectores desde la industria química y el textil hasta los servicios financieros, transporte o aseguradoras.
Un tercer criterio es la compatibilidad de las medidas con el escenario fiscal. De nuevo aquí quiero destacar cómo la capacidad que tiene esta industria de recuperar y multiplicar lo que se invierte en ella es amplia y está, sobre todo, avalada por la experiencia. Cada euro invertido en fabricación de vehículos genera 1,85 euros en el conjunto de la economía y ese mismo euro, dedicado a impulsar la demanda de vehículos, casi dos euros. Un empleo en la cadena de valor de la automoción genera cerca de ocho puestos de trabajo en el resto de la economía.
Además, los planes de ayuda a la demanda se recuperan con superávit porque por cada millón invertido en estas iniciativas se generan 1,7 millones en ingresos fiscales. De hecho, si no se toman medidas correctoras la recaudación fiscal del sector podría caer en 2.500 millones de euros (IVA y matriculación), pero si se impulsa la demanda el balance neto para las cuentas públicas mejoraría.
Un último criterio es que las medidas ayuden a los objetivos de largo plazo de nuestro país, como los compromisos medioambientales. Los planes de estímulo a la demanda deben ir perfectamente imbricados con la consecución de nuestros objetivos. El adelanto que recientemente se realizó desde el IDAE y el Ministerio de Transición Ecológica sobre las líneas del nuevo Moves es una buena noticia, y responde de hecho a las conversaciones y peticiones realizadas por el sector. En este momento excepcional, esas medidas deben mantenerse, pero, al mismo tiempo, ampliarse para lograr un impulso generalizado de la demanda y proteger nuestros empleos. Cada millón de euros invertido en ayudas permitiría que se reduzcan, cada año, 716.000 toneladas de CO2 y 4.600 de NOx, y eliminar miles de coches de los más contaminantes de las carreteras.
Tenemos que salir de esta crisis más fuertes. La transformación en una industria 4.0, la descarbonización del parque y el desarrollo de nuevos servicios de movilidad siguen siendo nuestro horizonte, una meta en la que trabajamos día a día. Pero para llegar a ese futuro hemos de actuar en el presente.
Apostar por la automoción no cae en saco roto. Los planes de apoyo funcionan, el dinero se recupera y la economía recupera tracción en las 10 comunidades autónomas en las que hay fábricas de automoción y en todo el territorio nacional, jalonado de fábricas de componentes, concesionarios, talleres y demás servicios auxiliares. Ayudar a la automoción permite ayudar al conjunto de la economía, proteger nuestro empleo y evitar un mayor agujero en las cuentas públicas. Es el momento de actuar con decisión en favor del 10% del PIB.
José López Tafall es Director general de Anfac