Las tecnologías CCUS buscan capturar parte del dióxido de carbono emitido, almacenarlo o convertirlo en materia prima para la elaboración de distintos materiales y productos.
Frenar el cambio climático se ha erigido como un objetivo de vital importancia para nuestra sociedad. Gobiernos, empresas y sociedad están comprometidos para establecer acciones concretas que reduzcan el dióxido de carbono -principal responsable del efecto invernadero- del aire.
Pero, tal como advierten los expertos en la materia, los esfuerzos no deben estar orientados únicamente a reducirlo, sino también a retirarlo. Según el Observatorio de Mauna Loa (Hawái, Estados Unidos), centro de referencia internacional en el seguimiento de los niveles de dióxido de carbono, en 2021, la concentración de CO₂ en la atmósfera se incrementó en un 50% respecto a la época preindustrial (1750-1800). Por eso es importante trabajar en capturarlo. Para ello, contamos con una gran aliada: la tecnología. Más precisamente, las tecnologías de captura, uso y almacenamiento del CO₂ (CCUS por sus siglas en inglés).
Cómo capturar el dióxido de carbono
La naturaleza tiene sus propias herramientas para capturar el dióxido de carbono. Los árboles y las plantas realizan una tarea invisible y al mismo tiempo vital para el planeta: capturan el dióxido de carbono y gracias a la fotosíntesis lo convierten en oxígeno y azúcares.
Las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de dióxido de carbono son fundamentales para combatir el cambio climático.
Sin embargo, las emisiones de este gas son tan grandes que los bosques solo pueden transformar una parte. Por eso se han desarrollado tecnologías que permitan capturar de manera artificial lo que la naturaleza no alcance a eliminar.
El proceso se divide en tres fases: separar el CO₂ de otros gases resultantes de la combustión, hacer un acondicionamiento para eliminar las impurezas y, posteriormente, efectuar una compresión para poder transportarlo fácilmente hacia un almacenamiento seguro, generalmente en formaciones geológicas profundas.
Alternativas para el CO₂: almacenarlo o usarlo como materia prima
“El gran desafío no se encuentra tan solo en la captura, sino en el almacenamiento del CO₂ y su uso”, afirma Juanjo Mestre, fundador de Dcycle, una herramienta que analiza, mediante la inteligencia artificial, la huella de carbono que dejan las empresas y asesora a sus clientes en esta materia.
Almacenarlo, consiste literalmente en “guardarlo” en el subsuelo: el CO₂ se transporta hasta el punto de almacenamiento mediante camiones cisterna, buques o tuberías.
Otra alternativa para el CO₂, tal como indica Mestre, es su uso como materia prima para la elaboración de materiales y productos de diferente índole: el CO₂ se utiliza para fabricar bebidas carbonatadas o esencias destinadas a la cosmética o a la farmacia.
A medio plazo, también será posible capturar el gas directamente de la atmósfera o en una industria y darle nuevos usos. Por ejemplo, producir de manera circular combustibles sintéticos (que tienen cero emisiones netas) o plásticos; crear polímeros para colchones; hacer hormigones más sostenibles; o convertirse en un componente básico en la fabricación de fertilizantes.
Qué se está haciendo a nivel global para capturar el CO₂
El desarrollo de las tecnologías CCUS no es reciente. Según la International Energy Agency (IEA), desde 2017 se han anunciado planes para más de 30 nuevas instalaciones integradas de captura de CO₂. La gran mayoría están en Estados Unidos y Europa, pero también hay proyectos previstos en Australia, China, Corea, Oriente Medio y Nueva Zelanda.
En España, ya se están poniendo en marcha los primeros proyectos para capturar y usar el CO₂. La energética Repsol tiene previsto construir en Bilbao una de las mayores plantas del mundo de producción de combustibles sintéticos (que generan cero emisiones netas), en la que usará como materia prima el CO₂ capturado en la cercana refinería de Petronor, unas 8.000 toneladas anuales.
Tal como afirma Antonio López, Gerente Senior de Transición Energética y Cambio Climático de la compañía, es importante avanzar en proyectos CCUS “para descarbonizar el sector industrial europeo sin dañar su competitividad”.
El experto advierte, además, que “el problema del CO₂ es global y no se puede resolver regionalmente. La Unión Europea supone el 8-9% del total de las emisiones globales y por sí sola no lo va a resolver si en China o en Estados Unidos no se atiende a esto».
En Bilbao se prepara una de las mayores plantas del mundo de producción de combustibles sintéticos, en la que usará como materia prima el CO₂ capturado en la cercana refinería de Petronor, unas 8.000 toneladas anuales.
En Europa hay otros tres proyectos: NZT (Net Zero Teesside), en Reino Unido, que plantea capturar hasta 10 millones de toneladas de emisiones de CO₂ de la industria; Porthos, en Países Bajos, que se centra en la captura y almacenamiento de CO₂ en el fondo del Mar del Norte y prevé almacenar alrededor de 2,5 millones de toneladas de CO₂ por año; y Northern Lights, en Noruega, una infraestructura para transportar CO₂ de origen industrial hasta su almacenamiento seguro también en el lecho marino del Mar del Norte.
Aunque todos estos proyectos se encuentran todavía en desarrollo, que avancen y se conviertan en tecnologías de uso cotidiano en las industrias es esencial para alcanzar las metas del Acuerdo de París. Así lo afirma Mestre: “Las tecnologías CCUS en un futuro se pueden convertir en herramientas habituales. Sus altos costes se irán abaratando a medida que se vaya democratizando y vayan surgiendo nuevas industrias y modelos de negocio. Aún están en un estado muy primigenio, pero la circularidad que plantean tiene buen pronóstico”.