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Tecnologías de emisiones negativas para alcanzar el Acuerdo de París

Las tecnologías de emisiones negativas, conocidas como NET (Negative Emissions Technologies), son para muchos expertos una de las alternativas con más posibilidades para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Repsol es una de las compañías que con mayor firmeza defienden esta afirmación.

Las tecnologías de emisiones negativas son aquellas que retiran CO2 de la atmósfera. Son, por tanto, el contrapunto perfecto para aquellas empresas preocupadas por reducir el impacto medioambiental de su actividad, pues permiten compensar las emisiones imposibles de evitar.

Repsol ha sido una de las primeras compañías en asumir el reto de ser cero emisiones netas antes de 2050. “Debemos reducir todo lo posible el CO2 emitido. Esa mitigación tendrá un límite y encontraremos emisiones que no se puedan abatir, por lo que también deberemos recurrir a estas ‘tecnologías naturales’ que nos permitan acomodar carbono en suelos, bosques u océanos”, explica Antonio López, Gerente de Energía y Cambio Climático de Repsol.

Los nuevos proyectos de reducción de emisiones de Repsol en España

La compañía energética trabaja en potenciar los océanos y los suelos como sumideros de carbono a la producción de bioenergía combinada con el secuestro de CO2; también desarrolla proyectos de uso y almacenamiento de CO2 (CCUS por sus siglas en inglés) y, a través de Fundación Repsol, participa en una empresa de reforestación.

Las tecnologías de emisiones negativas de Repsol

Repsol ha puesto en marcha varias vías para compensar las emisiones inevitables derivadas de su actividad. Las más importantes son:

  • Reforestar y evitar la deforestación son, hoy por hoy, las soluciones climáticas naturales más efectivas y con los costes más viables para combatir el cambio climático. Según estima el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC por sus siglas en inglés), será necesario incrementar la superficie forestal del planeta en 1.000 millones de hectáreas, una extensión equivalente a Canadá, para cumplir con el objetivo de limitar a 1,5ºC el calentamiento global, el escenario más ambicioso del Acuerdo de París. Las tecnologías forestales puestas en marcha por Repsol incluyen la aforestación, plantar árboles en áreas donde no los ha habido en los últimos 50 años, la reforestación de zonas recientemente deforestadas o degradadas y prevenir la pérdida de masa forestal. La reforestación y la aforestación son soluciones a medio plazo porque los árboles necesitan unos 40 años de crecimiento para alcanzar su plenitud en la captura de carbono. La compañía tiene iniciativas en estudio para prevenir la deforestación en Malasia, Perú o Colombia y, en aquellos proyectos en los que se necesita, realiza un estudio de impacto medioambiental “donde la protección de la biodiversidad es muy relevante”.
  • Otra iniciativa para contribuir a la lucha contra el cambio climático es la adquisición del 21,39% del capital de Sylvestris, a través de Repsol Impacto social, un proyecto de Fundación Repsol para desarrollar empresas que trabajen en la transición energética y la inclusión de colectivos vulnerables. Sylvestris es una empresa española de restauración forestal y con el apoyo de Repsol, esta empresa social prevé repoblar más de 2.200 hectáreas de árboles hasta 2024, que absorberán 165.000 toneladas de CO2. Además, en la actualidad, de la mano de Sylvestris se está trabajando en un plan de expansión de su actividad a nivel nacional e internacional. El proyecto de Sylvestris, que implica la contratación de cerca de 2.500 personas, en su mayoría de colectivos vulnerables es una muestra de que, además de otros beneficios medioambientales como la mejora de la fertilidad de los suelos o el freno a la desertificación, la reforestación puede crear actividad económica y empleo en zonas rurales en riesgo de despoblación.
  • En el ámbito académico, Fundación Repsol ha puesto en marcha, una Cátedra de Transición Energética en la Universidad de Barcelona para promover el conocimiento y la divulgación de los distintos sistemas de recuperación y aprovechamiento de CO2 y acercar el concepto de transición energética a la sociedad.
  • En el desarrollo de las técnicas de CCUS, la compañía canaliza sus esfuerzos junto a sus socios de Oil & Gas Climate Initiative (OGCI), organización que agrupa a 12 grandes compañías del sector oil & gas, y que está destinando a fomentar estas tecnologías cerca de la mitad de los 1.000 millones de dólares con los que está dotado su fondo de inversión. OGCI promueve avances tecnológicos como solución al cambio climático invirtiendo en otras empresas con alternativas innovadoras en la captura, uso y almacenamiento de CO2. Entre ellas, la canadiense Svante, que ha logrado reducir a la mitad los costes sobre otras técnicas actuales empleando para la captura unos filtros realizados con nanomateriales a medida.
  • Asimismo, con el soporte científico de su centro de investigación Repsol Technology Lab, Repsol está evaluando, en todos sus proyectos de Upstream en desarrollo, la opción de neutralizar las posibles emisiones de CO2 capturándolo y almacenándolo geológicamente: “En algunos proyectos no es factible porque no se encuentra la estructura geológica adecuada, pero siempre que sea viable, lo haremos”, prosigue López.

El potencia del otras tecnologías de emisiones negativas

Repsol también sigue con atención el desarrollo de otras NET con “un potencial enorme pero aun poco maduras” como la fertilización de los océanos, empleando hierro o nitrógeno como nutrientes para estimular el crecimiento del plancton vegetal, que podría absorber cantidades masivas de CO2 con la fotosíntesis.

Otra opción es la captura directa del aire (DAC), que retira CO2 de la atmósfera para almacenarlo geológicamente o darle uso. Aquí el reto es secuestrar un gas que está muy diluido en el aire, con un 0,04% de concentración media.

Otra alternativa de captura de CO2 es la Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Carbono (BECCS, por sus siglas en inglés), que aporta su reducción por dos vías: por un lado, los cultivos que se utilizan como biomasa capturan CO2 en su crecimiento; y por otro, cuando esa biomasa se quema para generar energía, se captura el CO2 para almacenarlo geológicamente, resultando un balance negativo en emisiones.

Incrementar la cantidad de materia orgánica en los suelos con pequeños cambios en las técnicas agrícolas ayudaría a recuperar estos suelos como grandes sumideros de carbono y contribuiría también a que “otros sectores económicos como la agricultura, silvicultura y otros usos del suelo que genera el 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen antropogénico, reduzcan su huella de carbono”, concluye López.

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